Últimamente este asunto ha dado mucho que hablar: un gran magnate tecnológico ha sido multado con 120 millones de euros por la Unión Europea debido a su red social, y ha soltado que quiere disolver la UE.

La historia es así: su plataforma X fue sancionada por incumplir la ley de supervisión de contenidos de la UE. Desde Europa le han señalado tres faltas: primera, la verificación azul ha perdido totalmente su sentido, cualquiera la puede comprar y los usuarios ya no distinguen quién es oficial; segunda, la plataforma se niega a facilitar datos a los analistas; tercera, el sistema de almacenamiento de anuncios ni siquiera está bien construido.

Tras la multa, este magnate respondió con todo: "La UE debería disolverse, que cada país recupere su soberanía y que los gobiernos representen de verdad a su gente". Desde Rusia, un alto cargo incluso le dio la razón con un "bien dicho". Luego fue aún más allá: "¿Cuánto más podrá aguantar la UE?"

El ministro de Exteriores de Polonia, Sikorski, le contestó al instante: "Vete a Marte, allí nadie te impedirá hacer saludos nazis".

La verdad, esto nos da mucho que pensar en nuestro sector. La lógica regulatoria de la UE —exigir transparencia a las plataformas, combatir los abusos de la verificación de pago, forzar la apertura de datos— es muy similar a las normativas que ahora se aplican a los exchanges de criptomonedas. Que multen la verificación azul de pago demuestra que la estrategia de "comprar confianza" ya no funciona ni en el Internet tradicional.

Parece que tanto en Web2 como en Web3 la tendencia regulatoria es la misma: ¿quieres ser una gran plataforma? Vale, pero tienes que cumplir las reglas. Transparencia, protección del usuario y cumplimiento de datos, no te libras de ninguna.