Las transferencias entre personas ya son bastante engorrosas: una transferencia bancaria internacional puede tardar varios días, depende del horario de los bancos, las revisiones de cumplimiento son un quebradero de cabeza y las comisiones son disparatadas. Pero eso es solo el principio.

Imagina esto: en el futuro, la mayoría de las transacciones quizá ni siquiera involucren a seres humanos. Esos agentes de software autónomos —pequeños programas que negocian, compran potencia de cálculo, autorizan el uso de contenidos—, ¿cómo van a intercambiar valor entre sí? Los sistemas bancarios tradicionales no tienen cabida en este escenario. ¿Firmar manualmente cada transacción? Ni pensarlo.

Eso es precisamente lo que Kite está resolviendo. Están construyendo un canal de pagos diseñado específicamente para estos agentes inteligentes: liquidación instantánea, trazabilidad total y, lo más importante, sin necesidad de intervención humana en cada autorización. Cuando los agentes de IA necesitan realizar miles de micropagos en cuestión de milisegundos, es esta infraestructura la que realmente puede funcionar.

En resumen, las vías de pago tradicionales fueron diseñadas para los humanos del siglo XX. Pero Kite ha puesto la vista en la próxima era: en un mundo donde las máquinas colaboran entre sí sin fisuras, se necesita un canal financiero completamente nuevo.