Un documento recién publicado sobre la estrategia de seguridad nacional está causando un gran revuelo en los círculos políticos. El informe contiene una proyección sorprendente: Europa podría enfrentarse a lo que se denomina "borrado civilizacional" en las próximas dos décadas. No es el tipo de lenguaje que suele verse en los documentos oficiales de estrategia.

Lo que resulta especialmente llamativo es la franqueza con la que esta evaluación se aparta de la retórica diplomática convencional. Estamos hablando de una remodelación fundamental del panorama geopolítico, no solo de pequeños cambios de política. Las implicaciones van mucho más allá de las preocupaciones tradicionales de seguridad.

Para quienes siguen las tendencias macroeconómicas, esto es relevante. Cuando las grandes potencias empiezan a prever alteraciones a nivel civilizacional, los flujos de capital reaccionan. Ya hemos visto cómo la incertidumbre geopolítica impulsa el movimiento hacia activos descentralizados y reservas de valor alternativas. Si el dinero institucional empieza a tomarse en serio estas proyecciones, cabe esperar volatilidad en los mercados tradicionales—y, potencialmente, un interés acelerado en infraestructuras financieras no soberanas.

El horizonte de 20 años es deliberadamente provocador. Es lo suficientemente largo como para parecer especulativo, pero lo bastante corto como para exigir respuestas estratégicas inmediatas. Tanto si esta evaluación resulta acertada como si no, el simple hecho de que forme parte del pensamiento estratégico oficial cambia por completo la conversación.