Otra vez he vuelto a abrir una posición.

Acababa de ser liquidado, había jurado que este mes me mantendría tranquilo, pero al mirar la interfaz de trading, mis dedos igualmente, sin poder evitarlo, pulsaron ese botón. No es que esté fuera de control, es que esos pocos cientos de USDT en la cuenta me están quemando—¿con tan poco capital, cómo voy a aguantar esperando sin hacer nada?

El reloj del mercado cripto no funciona como fuera. Un bloque cada pocos segundos, las velas de minutos saltando una tras otra, todo el ritmo es tan frenético que apenas puedes respirar. Ese rollo del "largo plazo" del mercado tradicional aquí no sirve: con un millón antes de los 30 podrías cambiar de vida comprando una casa; ¿y si llegas al millón a los 60? La inflación ya se ha comido todo tu poder adquisitivo, y eso si antes no te has quedado a cero varias veces con alguna mecha loca.

Seamos sinceros, ¿quién entra en este mundillo sin querer cambiar su suerte? Cuando salta en el grupo un mensaje de "esta noche nos vamos a la luna", es más efectivo que cualquier charla motivacional sobre inversión en valor. Con 800 euros de capital, aunque saques un 15% anual, al final del año solo has ganado poco más de cien—ni para unos auriculares decentes te llega; pero si le metes un apalancamiento de 50x y pillas un rebote del 10%, tu cuenta se multiplica por cinco y tienes el dinero para el mes siguiente en un instante. Esa es la realidad: ir lento equivale a una muerte lenta, ir rápido parece la única salida.

Por eso vigilar el mercado 24 horas se vuelve rutina. Saltan tendencias en redes y temes perderte una gran oportunidad, hasta el cambio de avatar de un influencer te puede hacer ir all-in. Si te liquidan, no te rindes, cambias a futuros perpetuos y vuelves a intentarlo—no es avaricia, es que tienes tan pocas fichas que no puedes esperar esa “historia larga del bull market cada cuatro años”. Como un jugador de póker con solo diez fichas en la mesa, no puedes hablar de táctica, solo puedes ir all-in, si ganas sigues jugando, si pierdes te levantas.

Las comisiones de gas, los tipos de financiación, el slippage, esas mechas invisibles… cada operación on-chain te va drenando poco a poco. Los expertos contrarrestan estas pérdidas con técnica, los minoristas solo pueden confiar en la suerte. En realidad, operar mucho no es vergonzoso, ser liquidado tampoco; lo realmente triste es: hay gente que cada día grita "esto se va a cero", pero ni siquiera han guardado una sola moneda que pueda ir a cero.

La próxima vez que te pique el dedo para abrir una operación, mejor pregúntate primero: "Si me liquidan, ¿puedo permitirme comer fideos instantáneos el mes que viene?" Si puedes, adelante y juega fuerte; si no, reduce la posición y sé prudente.

Las oportunidades nunca faltan, lo que falta es gente capaz de sobrevivir hasta que llegue la primavera.