Las empresas estadounidenses están atravesando una mala racha. Según datos recientes, EE. UU. va camino de registrar el mayor número de quiebras corporativas a gran escala desde 2010, un año todavía marcado por las secuelas de la crisis financiera.

No estamos hablando de pequeñas empresas que luchan por sobrevivir. Se trata de grandes corporaciones, de las que emplean a miles de personas y mueven los mercados. El aumento de solicitudes de quiebra indica fisuras más profundas en la base económica: el encarecimiento de la financiación, las condiciones crediticias más estrictas y la caída de la demanda de los consumidores están pasando factura.

Para los inversores, esto no es solo una estadística. Es una señal de advertencia. Cuando las grandes empresas empiezan a caer, la liquidez se seca, disminuye el apetito por el riesgo y los flujos de capital se redirigen. Ya sea que inviertas en acciones, bonos o activos digitales, los efectos dominó son reales.

Presta atención a los sectores con alta carga de deuda. La tormenta quizá solo acaba de empezar.