En 2025 ocurrió algo bastante surrealista: el Bitcoin y la bolsa estadounidense, esos “hermanos de desgracia”, de repente tomaron caminos distintos, algo que no se veía en diez años.

Veamos los datos: el S&P 500 subió un 16%, mientras que el Bitcoin cayó un 3%. ¿Qué significa esto? Antes, cuando la bolsa subía, el Bitcoin se animaba; cuando la bolsa bajaba, el Bitcoin caía aún más fuerte. Ahora, el panorama ha cambiado por completo.

La lógica en la bolsa estadounidense es bastante clara. Las expectativas de recorte de tipos por parte de la Fed están ahí, los resultados de las tecnológicas y el sector energético están mejorando y, sumado a la relajación de las tensiones comerciales, el apetito por el riesgo ha vuelto al mercado. En resumen, hay fundamentos que respaldan la subida.

Pero para el Bitcoin la situación es incómoda. El capital ha empezado a dirigirse hacia activos refugio como el oro, y la entrada de dinero nuevo vía ETF ya no es tan fuerte como antes. Lo peor es que las posiciones apalancadas están sufriendo liquidaciones en cadena, creando un efecto dominó. Si a eso le sumamos el endurecimiento de la regulación a nivel global, el sentimiento especulativo ha sido frenado en seco.

¿Qué nos dice esta divergencia? Que el viejo guion de “seguir la estela de Wall Street” para el Bitcoin puede que esté llegando a su fin. Su etiqueta de activo puramente de riesgo se está diluyendo, mientras que la bolsa estadounidense cuenta con el respaldo de datos económicos reales y puede marcar su propio rumbo. El mercado está volviendo a valorar estos dos tipos de activos: uno basado en expectativas y juegos de apuesta, y el otro respaldado por beneficios reales.