Llevo 12 años en el sector y 6 años operando a tiempo completo. Soy de los 90, y ahora creo que ya he descifrado las claves de este mercado. Mi cuenta pasó de 500.000 a 7.554.000, todo gracias a estas reglas que aprendí a base de sangre y lágrimas.

El verdadero punto de inflexión ocurrió una tarde cualquiera, hace cuatro años.

Ese día revisé todos mis registros de operaciones, uno por uno. Sentí algo difícil de describir. De más de 1.000 operaciones, había perdido en más de 700 y solo ganado en unas 300. Lo peor es que en más de 200 tuve grandes pérdidas. Un caso típico de ganar poco y perder mucho, ¿cómo no iba a perder dinero?

Al repasar esas operaciones con grandes pérdidas, el motivo era sorprendentemente el mismo: la avaricia.

Cuando ganaba, no quería salir, siempre quería esperar un poco más. Cuando perdía, menos aún quería admitirlo y aguantaba hasta el final. Así, una y otra vez, pequeñas pérdidas se convertían en agujeros enormes. ¿Y esas pequeñas pérdidas? La mayoría se debían a entrar sin una idea clara, operando con suerte y abriendo posiciones sin suficiente análisis. Al repetirlo varias veces, las pequeñas pérdidas se acumularon y al final el daño fue grave.

Al terminar de ver los registros, entendí dónde debía estar el buen punto de entrada: en ese momento clave en el que el precio de la acción empieza a moverse.

Antes, mis entradas poco claras se producían en fases de consolidación o cuando la situación no estaba definida. Operar así es como cocer una rana en agua templada: cuando te quieres dar cuenta, ya es demasiado tarde.

Después de eso, pasé mucho tiempo resumiendo, reflexionando y haciendo listas de problemas. Realmente puse toda mi energía, desmenuzando la técnica y la metodología hasta comprenderlas por completo.