La constante emisión de tokens para subvencionar los costes de transacción está erosionando el valor de los holders a largo plazo. Cada vez que la red necesita cubrir los gastos de gas, llega más oferta al mercado: clásica presión inflacionaria.

Que no se me malinterprete, la pila tecnológica es increíble. Transacciones ultrarrápidas, infraestructura amigable para desarrolladores, ecosistema en auge. ¿Para los constructores? De primer nivel, sin duda. El problema es que la tokenómica no recompensa a los inversores de la misma manera.

Así que aquí va una dosis de realidad: cadena fantástica para desplegar dApps y protocolos, pero una apuesta cuestionable para la asignación de cartera. A veces, la mejor tecnología no es el mejor vehículo de inversión.