Los CEOs están programados con una confianza inquebrantable, a veces rozando los delirios de grandeza. Así es simplemente como funciona esta especie. Pero aquí va la pregunta que merece la pena hacerse: cuando estos líderes de repente se contagian de la fiebre de las fusiones, ¿cuánto deberían preocuparse realmente los accionistas?

El patrón es conocido. La cúpula directiva se impacienta. El crecimiento se percibe lento. Entonces llega el anuncio de una adquisición audaz envuelto en promesas de sinergias. El caso es que la historia está llena de lecciones costosas sobre líderes demasiado confiados que persiguen acuerdos para construir imperios y acaban destruyendo valor para los accionistas.

Así que sí, cuando veas a tu CEO mirando el menú de fusiones y adquisiciones con esa mirada hambrienta, quizá debas empezar a prestar más atención. Porque ese rasgo de megalomanía no siempre se traduce en grandes beneficios.