Hay una persona cuyo nombre quizá no te suene, pero la rapidez de sus reformas fiscales puede afectar directamente el grosor de tu cartera.

Ha trabajado con ganadores del Nobel y lleva treinta años en think tanks. Tiene una obsesión: el impuesto de sociedades debe estar por debajo del 20%. Si no, ¿la economía estadounidense? Imposible. ¿Recuerdas aquella jugada de 2017? El impuesto de sociedades se recortó a la mitad, del 35% al 21%, y la inversión se deducía el mismo año. En Wall Street bautizaron este método como la "Cláusula Hassett". Los jefazos estaban encantados, no paraban de elogiarle como si fuera una mina de oro andante.

Pero él no quiere ser siempre el asesor en la sombra.

Lleva tiempo deseando la silla de la Reserva Federal. Ha criticado abiertamente al actual presidente, Jerome Powell, diciendo que subir los tipos de interés es cavar la propia tumba. ¿Su plan? Bajar los tipos un punto porcentual nada más llegar. ¿Que la inflación es alta? Ni se inmuta. Cree que los precios suben por falta de oferta, así que su solución es... inyectar liquidez. ¿Déficit fiscal? Para él, solo un número en el papel: mientras la economía crezca más rápido que los intereses, da igual cuánto se deba.

¿Qué pasaría si en 2026 de verdad alcanza ese puesto?

Cero tipos de interés, incluso negativos, podrían convertirse en la norma. ¿El poder adquisitivo del efectivo? Caída en picado. Otro recorte al impuesto de sociedades hasta el 15%, las grandes energéticas completamente desreguladas y Wall Street de fiesta hasta el amanecer. ¿Y la independencia de la Reserva Federal? No seas ingenuo: si la Casa Blanca tose, la política cambia al instante.

Quien realmente controla la partida suele ser ese titiritero que nunca busca el foco.