Friedrich Merz acaba de salir de un enfrentamiento parlamentario con su liderazgo intacto. El canciller alemán no ha perdido ni un minuto: ya está rumbo a Bruselas.

¿La misión? Convencer a Bélgica para que respalde su plan sobre la gestión de los activos rusos congelados. Tras esquivar una moción de censura en casa, Merz ahora lleva su propuesta al ámbito internacional. El calendario es ajustado y la posición de Bélgica es clave.

Esto no es solo teatro diplomático. La forma en que Europa gestione estos activos podría remodelar los marcos de política financiera que afectan desde la banca tradicional hasta las finanzas descentralizadas. Merz necesita que Bélgica esté a bordo para poder avanzar, y está realizando la petición en persona.

El tiempo corre. Con los críticos internos en silencio por ahora, la verdadera prueba es si logrará sumar aliados europeos antes de que la oposición vuelva a reagruparse en Berlín.