Existe una idea que circula por ahí según la cual las plataformas sociales podrían convertirse en la conciencia colectiva de la humanidad: un pulso en tiempo real de lo que realmente está sucediendo. El argumento es el siguiente: cuando quieres saber qué está pasando, ya sea una noticia de última hora o desarrollos de nicho, ciertas plataformas podrían ofrecer la visión más actual y sin filtrar disponible. No comunicados de prensa edulcorados. No informes retrasados. Solo comprobaciones de la realidad, en bruto y con origen en la multitud.

¿Es perfecto? Ni de lejos. Pero hay algo convincente en el concepto: millones de ojos alimentando información en un único flujo, autocorrigiéndose a través de la participación y el debate. Refleja, en cierto modo, lo que buscan las redes descentralizadas: verificación distribuida, sin un único guardián del relato.

¿La visión? Una fuerza para el bien. Un lugar donde la información fluye libremente, es cuestionada abiertamente y emerge más cercana a la verdad de lo que podría ofrecer cualquier canal tradicional. Si alguna plataforma llega verdaderamente a conseguirlo es debatible, pero la propia ambición refleja un cambio mayor en la manera en que pensamos la arquitectura de la información en un mundo conectado.