La deuda de Estados Unidos acaba de romper un techo histórico: 30 billones de dólares.

Así es, no has leído mal la cifra. Los últimos datos del Departamento del Tesoro de EE. UU. muestran que la deuda soberana total ya ha alcanzado los 30,2 billones de dólares, el doble que en 2018. ¿Qué es aún más alarmante? Si sumamos las obligaciones ocultas como la deuda de la Seguridad Social, el total asciende a 38,4 billones de dólares, lo que equivale a más de siete veces el PIB de Japón.

La deuda en sí ya es bastante aterradora, pero lo realmente mortal son los intereses.

En el ejercicio fiscal de 2025, aunque el déficit presupuestario de EE. UU. "se reduce" a 1,78 billones de dólares, solo el pago de los intereses de la deuda consumirá 1,2 billones. Un estratega de tipos de interés de Citi lo describió con una metáfora muy gráfica: "Es como estar atrapados en arenas movedizas: cuanto más luchamos, más nos hundimos". ¿Los ingresos por aranceles que Trump alardeaba que aportarían 300.000 o 400.000 millones de dólares? Lo siento, ni siquiera cubren el agujero de los intereses.

Esto nos lleva a una cuestión más profunda: ¿cuánto tiempo más se puede confiar en el dólar?

El crecimiento de la deuda hace tiempo que dejó atrás al crecimiento económico; ahora todo se sostiene con el viejo truco de "emitir nueva deuda para pagar la antigua". En otras palabras, el valor intrínseco del dólar está siendo erosionado poco a poco por la avalancha de deuda. Los activos tradicionalmente considerados refugio seguro—bonos del Tesoro estadounidense, oro—están viendo cómo se debilita el anclaje de confianza que les otorgaba el sistema fiduciario.

Es entonces cuando la narrativa de las criptomonedas se vuelve especialmente nítida.

Cuando la deuda soberana se convierte en un "juego Ponzi interminable", los activos descentralizados y de suministro limitado se convierten en la elección racional. Bitcoin no es solo "oro digital"; es, más bien, una vía de escape del sistema de deuda fiduciaria—combatiendo la impresión ilimitada de dinero con escasez, sustituyendo la confianza en el Estado por la confianza en el código.

Los 30 billones de dólares de deuda no son el final, sino un nuevo punto de partida. ¿Cómo continuará esta historia? El mercado ya está dando su respuesta.