¿Recuerdas aquella masacre de abril de este año? ETH se desplomó por debajo de los 1.385 dólares, el gráfico de velas parecía una cascada cayendo en picado, y en el grupo ni siquiera nadie se atrevía a dar una palabra de consuelo, solo se escuchaban lamentos del tipo “esta vez sí que se acabó todo”. Según el guion tradicional de un mercado alcista, una caída tan brutal suele ser la campana de fin de fiesta.

Pero el mercado decidió no seguir el guion: ETH se levantó de las profundidades y de un tirón subió hasta los 4.956 dólares, ¡marcando un nuevo máximo histórico! Aquellos que gritaban “el bull run ha muerto” se quedaron completamente en silencio. Ahora, viéndolo en retrospectiva, ese supuesto final no fue más que el punto en el que la masa de pequeños inversores se dejó llevar por el pánico; la tendencia real ni siquiera había cambiado de dirección.

Esta jugada me enseñó una lección: las reglas del mercado ya han cambiado. Desde que el gran capital de Wall Street entró en juego, la magnitud de las fluctuaciones, la profundidad de las sacudidas y la lógica estructural no tienen nada que ver con las de antes. ¿Sigues juzgando con la experiencia antigua? La realidad te pone en tu sitio en cuestión de minutos.

Lo más surrealista es que la historia empieza a repetirse: antes ETH era despreciado hasta por los perros, y ahora les toca a las altcoins ser pisoteadas, con etiquetas por todas partes de “sin valor”, “no suben”, “proyectos basura”. Pero apuesto a que la próxima oportunidad que hará que muchos se tiren de los pelos estará, casi seguro, escondida en esos rincones más denostados, donde nadie se atreve a entrar.

En el mundo cripto hay una ley de hierro que nunca cambia: cuando llega la verdadera subida, la mayoría ya ha entregado sus fichas durante la volatilidad y el pánico. El mercado siempre selecciona jugadores a través de movimientos “contrarios al sentido común”, una lógica implacable pero eficiente: solo los que aguantan la volatilidad merecen quedarse en la mesa esperando ese momento de enriquecimiento repentino.