Últimamente, al estar en el mundo Cripto, de repente tengo una extraña sensación que no puedo explicar.

No es colapso, ni es FUD, es esa sensación de ingravidez. Puedes sentir que algo ha cambiado, pero no puedes precisar qué es lo que está mal.

Antes solíamos jugar con moneda, con un toque de rebeldía. Luchábamos contra la inflación, cuestionábamos el poder, y jugábamos al gato y al ratón con la regulación; incluso si éramos ridiculizados o llamados locos, nos sentíamos bien por dentro. En ese entonces, ganar o perder era emocionante, al menos podíamos estar seguros de que estábamos en un lugar por una razón por la que luchar.

¿Y ahora?
ETF, Wall Street, estatutos corporativos, dividendos de políticas, narrativas electorales, todo se acumula sobre Bitcoin. La moneda ha subido, pero su brillo ha disminuido. Parece que nuestra antigua chispa ha sido pulida hasta casi volverse invisible.

¿No crees que esto está mal? No.
Simplemente, cuando empezamos a empaquetar la moneda libre paso a paso como una herramienta de asignación de activos, algo más profundo comienza a volverse borroso.

No es que añore el pasado, sino que de repente me doy cuenta de que cuanto más avanzas por este camino, menos personas te dirán la verdad: el Bitcoin no ha cambiado, es el mundo que nos rodea el que comienza a etiquetarlo.

Después de ver esto, me siento un poco vacío, y también un poco comprendido. Así que elijo detenerme temporalmente, no pelear, no emocionarme, no seguir la corriente, solo observar, ver a dónde realmente quiere ir.